Cuatro y cuatro no son ocho

Hoy la mañana despierta por ti,

por ese cuerpo exotico que alguna vez habité,

y son las unidades de medida de la distancia, 

las que hacen que las cosas tengan tu nombre.


El mundo de los vivos en silencio te celebra,

y en mi caminar veo trenes oxidados, 

caras mustias, un universo de lejanía, 

a esas noches de fiesta y alegría.


A esos instantes en que por un segundo te sentía,

esa fracción milimétrica, en que tus tibios labios

esperaban por los mios, como la esperanza,

de que los días vuelvan a ser con olor a selva.


Hoy vino al mundo un objeto de mi deseo lejano,

una joya negra que fue fulgor cuando la descubrí,

como los ojos del conquistador al ver Machu Picchu,

o al bañarse en estas aguas prístinas casi vírgenes.


No queda más que hacer la reverencia, 

Sacar el pañuelo desde la ventana en el terminal,

saludarte con estas mudas palabras,

como un grito de desahogo en el desierto florido.

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