Confieso que he mentido.
Aprendí a contarme historias
para no olvidar que caminaba por esta vida,
para encontrar una excusa de que acordarme
en momentos en que la existencia no le vale a este universo.
Entrené contándote historias camino a tomar el bus
que te alejaba de mi,
y me dejaba vagando en una ciudad mustia y sucia.
Desarrollé la capacidad innecesaria de encender la luz de tus ojos
con algún detalle sutil
con la única importancia de ver tus dientes al sonreir.
Recordaba un futuro inexistente, viajando por travesuras
que alguna vez viví
en un allá lejano de tus tibios brazos.
Moriremos despues de las utopías, el humanismo y el sentido de vivir,
moriremos en otros parajes, en otros cuerpos,
y estas palabras se harán polvo, como nuestras manos distantes.
Como un recuerdo olvidado.
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