Acto administrativo

Francisco fue concebido por el compromiso marital de sus padres,

fue educado por la ley obligatoria de enseñanza  pública,

caminaba por los parques públicos soñando en la vida privatizada de los anuncios,

nunca esos anuncios mostraban el aquí y el ahora, 

un gorro de cowboy en la Norteamérica salvaje,

un espumante con modelos en las costas de Grecia.

Creció con lo que le obligaba a explotarse para alcanzar sus sueños,

todo lo bueno del mapa estaba lejos de casa.

Todo llegó de imprevisto, la profesión, la pareja y las deudas,

con ello vino el cansancio, las noches de insomnio y 

las fotos en vacaciones que por ley le corresponden.

Aquellos cuerpos en las viejas fotos no digitales solo eran eso, cuerpos.

La inoperancia de su vida la escondía tal como escondía su calvicie al peinarse frente al espejo.

Mientras el mundo cambiaba, él tocaba la bocina desde su auto esperando ahuyentar a las marchas del centro.

Cambió las caminatas del parque, por idas al mecánico, al supermercado y la farmacia, siempre olvidaba algo.

Cada vez más las piernas varicosas le pesaban, y se sentaba en este ir y venir de años.

Mientras repasaba los números de la lotería, sintió un agudo dolor en el pecho, cayó al piso y el olor a pasto recién cortado lo llevó a recordar cuando soñaba con una vida en aquellas calles.

Francisco supo que era su último momento y decidió no pensar en su vida, sino imaginar que era un cowboy americano entre caballos salvajes, decidió elegir la publicidad a la realidad.

Los niños que jugaban le pidieron que les tirara la pelota, pero no respondió.

Su muerte fue archivada como un mero acto administrativo. 

Cuando pidieron reconocer su cuerpo, a su ex esposa y sus hijos les pareció rara esa mueca de risa en su cara, Francisco no reía.

Su tumba en el cementerio general no tiene flores y su nombre escrito con pintura barata se destiñe con el paso de los años.

Francisco ya no está aquí, él va montando un caballo salvaje en las llanuras norteamericanas.


Siempre olvidaba algo pero nunca olvidó sus sueños, olvidó su vida.


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