La bolsa de agua.

Tengo una imagen borrosa que lentamente se va aclarando a medida que pienso en ello.

Era domingo, día de feria (mercado) en el lugar donde vivía cuando era pequeño, y como costumbre acompañé a mi Padre a comprar las frutas, verduras y el pescado que sagradamente se comía el último día de la semana, y como los niños también tenemos dobles intenciones lo acompañaba a la espera de que me regalara algún dulce o juguete.

Las compras iban bien, de acuerdo a lo esperado, que las papas están más caras, que te saludaba algún vecino, que te vendían la novedad de la semana, se escuchaban a las vecinas “Oiga, que esta grande su niño” y uno miraba a la señora sonriendo por cortesía y luego la veía perderse con su carrito metálico entre la gente.

El recorrido habitual estaba terminando y no había nada especial entre los puestos, salvo alguno que otro juguete usado que alguien vendía, pero nada que me emocionara.

Ya las pocas bolsas que mi Papá me pasaba, un kilo de naranja, un par de lechugas me estaban empezando a cansar, fue ahí cuando una estructura recta de vidrio con agua me llamó la atención, tironeé la mano de mi progenitor y le pregunté, “¿qué es esó?”, el me respondió con la sabiduría infinita que tienen los padres a esa edad “un acuario, poh rey, donde uno cuida a los peces”, “aaaaahhh” respondí emocionado, con la mirada clavada en las ramitas, piedrecillas y lo más maravilloso que había podido ver hasta ese entonces ¡Peces!, ¡Peces vivos, Reales!, no dibujos de textos escolares, que en esos años las imágenes eran mas bien esquemáticas. No el pescado fileteado que tenía mal olor, eran peces es todo su esplendor. Los observé por largo rato y claro alguna tocadita al vidrio para que los peces inútilmente me miraran.

“Ya, campeón, vamos” dijo mi padre, a lo que el vendedor le respondió “deje que los alimente”, que emoción, iba a alimentar a esas criaturas maravillosas, dejé las bolsas en el suelo y el vendedor me dio un puñado de harina tostada de mal olor, sacada de un tubo de carton con tapas plásticas en sus dos extremos, “espárcela en el agua”, me dijo, logre ver como los peces se deslizaban a la superficie a comer su comidita.

“Cómprame uno” le dije, “no!” me dijo inmediatamente mi papá, “Cómprame uno, porrrfaaaa”le dije con la voz a medio suplicar, “pero donde lo vamos a tener” me decía, “hay que alimentarlo, cambiarle el agua…” enrostrándome toda la realidad de una mascota que uno como niño no logra ver.

“Pucha, ya poh, si lo voy a cuidar, te lo juro, papi”, aquí pronunciar la palabra “Papi” era mi última opción de dar vuelta aquella situación, era el recurso mas bajo pero el más efectivo. “Si lo ponemos en la dama juana”, le dije yo, que eran dos botellones inmensos que en el campo chileno se utilizaba para la venta de vinos, y que “adornaban” la entrada a la casa de mis padres.

“Bueno, ya, cuánto vale?” fue lo último que alcancé a escuchar, el vendedor sacó un pez lo puso dentro de una bolsa de plástico transparente, la amarró, me dio otra bolsa con el alimento y el mundo desapareció para mi, recuerdo que la vuelta a casa nada existía, sólo la transparente bolsa con mi futuro mejor amigo, iba pensando en un nombre, iba adorando la situación mágica, iba situando a mi Padre junto a Zeus en el Olimpo.

Entramos a la casa, y mientras iba cruzando el gran parrón que en verano estaba hermoso con sus uvas colgando; en un descuido se me resbala la bolsa, trato de agarrarla, no puedo, las bolsas de las compras me lo impidieron, al estrellarse la bolsa contra el suelo, esta se reventó y dejó sin agua a mi nuevo amigo, “Rápido hijo, péscalo, se va a morir”, mi desesperación, mi inexperiencia y la textura y movimientos del pececito, me hicieron perder segundos valiosos , entre corriendo directo al baño de la casa, mi Madre que estaba en la cocina esperando algunos ingredientes, me vió raudo cruzar la casa y suponer lo peor, que me había pasado algo, abrí la llave, busque el tapón, y de entre mis ropas lo deje caer al lavamanos, mamá y papá miraban desde el umbral de la puerta del baño, cuando lo veo flotar de lado, aprendí por vez primera lo que era la muerte en los que nos quedamos vivos, lo irremediable…lloré todo el día domingo.

Cuando me abandonó, sentí que dejaba caer la bolsa de agua…

La Paz, Domingo 06 de junio de 2010.

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